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1.
Salud ment ; 33(1): 21-29, ene.-feb. 2010. tab
Article in English | LILACS-Express | LILACS | ID: lil-632745

ABSTRACT

One important area of research that has emerged in recent years is the assessment of factors that contribute to the development of body image problems and, more concretely, to the development of body dissatisfaction. The female sociocultural beauty ideal, a constant object of research for over three decades now, is so ultra-thin that it is both unattainable and unhealthy. Likewise, the male beauty ideal of a lean yet muscular body is becoming an important issue for men, with poor body image sometimes leading to the adoption of numerous health-threatening behaviors, such as the use of steroids, ephedrine and deleterious dieting strategies. Body image has been related with self-esteem, depressed mood, social anxiety and disordered eating. In recent years, physical self-perceptions are also studied from the parallel perspective of physical self-concept. In general, women report much higher body dissatisfaction than men at all moments of life, from pre-adolescence to third age, although gender differences in adulthood and in the old age are less important than in adolescence. In the other hand, although women's dissatisfaction with their bodies remains fairly stable across the whole life span, the importance attached to physical appearance, specifically body size and weight, decreases with age. The sociocultural framework has become the most empirically validated of all body image theories and this theory conceptualizes perceived sociocultural pressures as the principal cause of body dissatisfaction. Mass media, peer groups, and family are the three factors which have evolved as the most frequently assessed sociocultural perceived pressures of body dissatisfaction. Previous research has paid considerable attention to gender and age differences in body dissatisfaction, but certain gaps still remain: a) more precise knowledge is required regarding men's body dissatisfaction; b) a comparative perspective of gender differences, in both body dissatisfaction and perceived pressure throughout the different stages of the lifecycle, is lacking; c) more information is required on the interpersonal variations involved in the relationship between body dissatisfaction and perceived sociocultural pressure; and d) a better understanding of the nature of sociocultural influences needs to be gained. This research examines gender and age differences on body image -responses to the Garner's Eating Disorders Inventory-2 (EDI-2)- and perceived sociocultural pressures regarding body ideals -responses to the Questionnaire of Sociocultural Influences on the Aesthetic Body Shape Model (CIMEC-26), by Toro, Salamero, and Martínez-Mallén. The sample group comprised 1259 participants: 627 adolescents, 271 young adults, 248 midlife adults, and 112 over 55's. Results indicate that: a) body dissatisfaction is closely related to perceived sociocultural pressure; b) female participants show higher body dissatisfaction and perceive themselves more affected by sociocultural factors than their male counterparts; c) gender differences (in body dissatisfaction as in perceived sociocultural pressures) are greater for younger age groups than older; d) gender is a better predictor of body dissatisfaction and sociocultural perceived influences than age. The results obtained provide a more comprehensive view of the relationship between body dissatisfaction and perceived sociocultural pressure during the different stages of the lifecycle, highlighting a number of close parallels between both variables. The new data also enables us to identify the young female population as the most susceptible to body dissatisfaction problems and the most vulnerable to sociocultural pressure, with the group of older women emerging as the one best able to cope with these problems. The study also identifies a number of themes which deserve further, more in-depth attention in the future. Tw o especially are worth noting: 1) this study analyses age differences (which may represent generational differences affected by cohort effects), rather than changes associated with age, since the inter-group differences observed correspond to people of different ages, but each separate group also represents a specific age at a specific moment in history; 2) it is important to continue exploring the different pressures exerted by different sociocultural factors (both perceived pressure and objective data on the influence of these factors), as well as the psychological mechanisms that enable some people to cope with these pressures better than others.


Despierta gran interés teórico y social en nuestros días la identificación y medida de los factores que contribuyen al desarrollo de alteraciones de la imagen corporal y más concretamente al desarrollo de la insatisfacción corporal. El prototipo femenino de belleza dominante desde hace tres décadas en nuestra cultura propone una delgadez tan extrema que resulta no sólo inalcanzable, sino además muy poco saludable. El ideal masculino de belleza, por otro lado, demanda un cuerpo delgado, pero musculado, y éste ha adquirido gran importancia, por lo que con frecuencia se adoptan, a fin de mejorar la propia imagen, numerosas conductas peligrosas para la salud, como el consumo de esteroides, efedrina y dietas alimentarias dañinas. La imagen corporal, conformada por las autopercepciones físicas de cada persona, ha sido objeto de numerosas investigaciones durante las últimas décadas en relación con rasgos psicológicos tan importantes como la autoestima, la depresión, la ansiedad o los trastornos alimentarios y, muy en especial, con la insatisfacción corporal. Está comprobado que, en general, las mujeres manifiestan mayor insatisfacción corporal que los hombres en todas las épocas de su vida, desde la preadolescencia hasta la tercera edad, si bien las diferencias de sexo en la edad adulta y en la tercera edad son menores que en la adolescencia. Por otro lado, aun cuando la insatisfacción de las mujeres con su cuerpo tiende a mantenerse estable a lo largo de todo el ciclo vital, es digno de señalar que la importancia conferida a la apariencia física y, más en concreto, al tamaño y peso corporal, decrece con la edad. La presión sociocultural percibida aparece como principal causa de la insatisfacción corporal. Desde el enfoque sociocultural se señala, en concreto, a los medios masivos de comunicación, al entorno social próximo y a la familia como los tres elementos clave de dicha presión: cuanto más altos son los niveles de presión percibida con respecto a una imagen corporal idealizada, más se incrementa la preocupación por la imagen y por las estrategias de cambio corporal. La investigación previa ha prestado considerable atención a las diferencias de sexo y de edad en cuanto a la insatisfacción corporal, pero se echan en falta: a) conocimientos más precisos sobre la insatisfacción corporal de los hombres; b) una perspectiva comparativa de las diferencias de sexo tanto en insatisfacción corporal como en presión percibida a lo largo de las distintas etapas del ciclo vital; c) mayor información sobre las variaciones interpersonales en la relación entre la insatisfacción corporal y la presión sociocultural percibida, y d) una mejor comprensión de la naturaleza de las influencias socioculturales. Esta investigación trata de contribuir a la superación de estas carencias planteándose las siguientes hipótesis: 1) La insatisfacción corporal guarda estrecha relación con la presión sociocultural percibida; 2) las mujeres participantes, en todos los grupos de edad, muestran más insatisfacción corporal e indican sentirse más influidas por factores socioculturales que los hombres; 3) las diferencias de sexo (tanto en insatisfacción corporal como en presión sociocultural percibida) son mayores en los grupos de menor edad que en los de más edad; 4) el sexo resulta ser un mejor predictor de la insatisfacción corporal y de los influjos socioculturales percibidos que la edad. Participaron en el estudio 1259 personas: 627 adolescentes, 271 adultos jóvenes, 248 adultos y 112 sujetos mayores de 55 años, quienes respondieron el Eating Disorders Inventory-2 (EDI-2), de Garner, que permite identificar la insatisfacción corporal, así como el Cuestionario de Influencias sobre el Modelo Estético Corporal (CIMEC), de Toro, Salamero y Martínez-Mallén. Los resultados obtenidos proporcionan una visión más completa que la hasta ahora disponible acerca de las relaciones entre la insatisfacción corporal y la presión sociocultural percibida en las distintas etapas del ciclo vital: ambas variables guardan estrechos paralelismos; permiten, asimismo, identificar la población femenina joven como la más sensible a los problemas de insatisfacción corporal y de vulnerabilidad a la presión sociocultural, en tanto que el grupo de mujeres de más edad aparece como el que mejor sabe reaccionar ante los mismos. Por otro lado, han permitido identificar temáticas, especialmente dos, que merecen seguir investigándose: 1) aquí se han analizado diferencias de edad (que bien pueden representar diferencias generacionales afectadas por efectos de cohorte) y no cambios asociados con la edad, ya que las diferencias intergrupales observadas corresponden a personas de diferentes edades, pero cada uno de dichos grupos tiene además la misma edad en un mismo momento histórico; 2) es preciso seguir indagando sobre la presión diferencial que ejercen unos y otros factores socioculturales (tanto la presión percibida como datos objetivos de influencia a unos u otros factores), así como sobre los mecanismos psicológicos que permiten a unas personas afrontar mejor que otras estas presiones.

2.
Salud ment ; 30(4): 16-23, jul.-ago. 2007.
Article in English | LILACS | ID: biblio-986026

ABSTRACT

Summary: It is very important to specify the generic affirmation that eating disorders mainly affect the female population, especially during adolescence. This study examined three variables associated with the risk of eating behaviour disorders (EBDs): age (early and late adolescence), physical self-concept and engagement in physical activity, as well as the interaction between these factors. This study, to be precise, aimed to clarify the following questions regarding the risk to the non-clinical adolescent population of suffering eating disorders: 1. Whether the risk is higher in the 15-18 age range than in the 12-14 one; 2. the relationship between risk and physical self-concept; 3. the relationship between risk and physical activity; and 4. whether the risk is always higher in women than in men, regardless of the three aforementioned variables (age, self-concept and sporting activity). There were 740 adolescent participants, 366 men (49.46%) and 374 women (50.54%), aged between 12 and 18 years ( X - = 14.33; SD=1.41). Three measurements were applied: the Eating Disorders Inventory (EDI), by Garner and Olmsted, the Cuestionario de Autoconcepto Físico (CAF) by Goñi, Ruiz de Azúa and Rodríguez (2006), and a questionnaire on physical activity. Results confirm that, as indicated by significantly higher scores in the EDI, the risk of suffering from eating disorders is higher among women than men, in the 15-18 age range than in the 12-14 one, in those with a low physical self-concept and in those who engage only sporadically rather than regularly in some kind of physical activity. Therefore, age, self-concept and physical activity therefore become modulating variables of the risk of suffering from eating disorders. Improvement in self-concept and the acquisition of active life habits, factors which modulate the usual gender differences in eating disorders, are the objects of educational intervention; this intervention is particularly important for adolescent females aged between 15 and 18 years. Consequently, physical self-concept should be included not only in the designs of research projects focusing on the self-perception of the physical-self, but also in the designs of guidance programmes; special attention should be given to those who have developed a low self-perception of both their physical condition and physical attractiveness. Furthermore, moderate physical activity is clearly better than a sedentary lifestyle; engaging in regular physical activity is highly recommendable, in general, as a way of preventing eating disorders. Finally, the group most in need of educational support in this field is the population of female adolescents aged between 15 and 18 years. Two criteria are important: a) the promotion of regular physical activity may be one resource, although not the only one, since by itself is not effective enough to eradicate the risk of eating disorders; b) special attention should be given to those who have developed a low self-perception of both their physical condition and physical attractiveness.


Resumen: Es bien conocido que los trastornos de la conducta alimentaria (TCAs) afectan ante todo a la población femenina, muy especialmente durante la adolescencia. Ahora bien, ¿hasta qué punto cambia el riesgo de que la población adolescente no clínica padezca tales trastornos en función de variables que pueden ser objeto de atención preventiva? Este estudio pretendía esclarecer si dicho riesgo: 1. es mayor en el grupo de edad de 15-18 años que en el de 12-14 años; 2. si guarda relación con el autoconcepto físico; 3. si se relaciona con la actividad física practicada; 4. si es siempre mayor en las mujeres adolescentes que en los adolescentes varones con independencia de las tres variables citadas arriba. Participaron en el estudio 740 adolescentes, 366 hombres (49.46%) y 374 mujeres (50.54%), con edades comprendidas entre los 12 y 18 años ( X - =14.33; DT=1.41). Todos los participantes respondieron al Eating Disorders Inventory (EDI), de Garner y Olmsted, un cuestionario destinado a evaluar conductas y pensamientos propios de los TCAs. Todos completaron también un cuestionario acerca de sus hábitos de actividad física. Además, una parte de esta muestra, concretamente 347 sujetos (172 hombres y 175 mujeres), contestó el Cuestionario de Autoconcepto Físico (CAF), de Goñi, Ruiz de Azúa y Rodríguez. Se llevaron a cabo diferentes análisis estadísticos mediante el programa SPSS 11.5 para Windows: análisis de la varianza factorial, ANOVA de un factor, contraste de medias, análisis de gráficos de perfil para interacciones, así como comparaciones múltiples de Bonferroni. Los resultados obtenidos permiten afirmar que el riesgo de padecer trastornos alimentarios, tal como lo indican unas puntuaciones significativamente superiores en el EDI, es mayor en las mujeres que en los hombres, en el grupo de edad de 15-18 años que en el de 12-14 años, en personas con autoconcepto físico bajo y en quienes realizan actividad físico-deportiva de forma esporádica en comparación con quienes la practican de forma habitual. La insatisfacción corporal y las conductas bulímicas se incrementan, en efecto, en el segundo tramo de la adolescencia con independencia de que la práctica deportiva se realice de forma esporádica o habitual. La insatisfacción corporal, igualmente, aparece asociada con puntuaciones bajas en el autoconcepto físico (tanto en la dimensión de condición física como en la de atractivo físico), pero tal asociación no es significativa en el grupo de 12 a 14 años. Las chicas de entre 15 y 18 años muestran un riesgo significativamente mayor que los chicos. Asimismo, las diferencias de género en trastornos alimentarios, que no son significativas en el grupo de 12-14 años, vuelven a ser claras en éste. Estos datos reclaman prestar atención al grupo de edad de entre 15 y 18 años como etapa particularmente crítica, al menos con respecto a la primera adolescencia (12-14 años). Por otro lado, se confirma que los trastornos de alimentación conforman una patología propia de mujeres. La percepción del atractivo físico propio tiene, por ejemplo, un comportamiento diferente de un género a otro: no se correlaciona con los trastornos en el caso de los varones pero sí en el de las mujeres. De todos modos, estas consabidas diferencias de género no son las mismas, como ya se ha dicho, en distintos grupos de edad ni tampoco cuando tanto los chicos como las chicas realizan actividad física de forma habitual. En este último supuesto persisten las diferencias entre ambos pero se reducen. La edad y el autoconcepto se convierten, en consecuencia, en variables moduladoras del riesgo de padecer trastornos alimentarios, así como la actividad física. De los resultados del estudio se desprende que la actividad física moderada se correlaciona con menor incidencia de patología alimentaria, por lo que se convierte en altamente recomendable. No obstante, entre los asuntos que precisan más investigación figura el de la relación entre distintas modalidades e intensidades de actividad física y el bienestar psicológico, más allá de la clasificación dicotómica en adolescentes poco activos versus adolescentes activos utilizada en este estudio. El riesgo, evaluado mediante el EDI, de padecer trastornos alimentarios se ha mostrado fuertemente asociado con el autocon-cepto físico medido con el CAF, lo que invita a incluir este último constructo no sólo en los diseños de investigación sobre la autoper-cepción del yo físico sino también en los programas de orientación, por dos razones básicas. De un lado, la utilización de cuestionarios como el CAF que miden autoconcepto físico puede convertirse en una forma rápida y económica de detectar precozmente sujetos con riesgo de padecer trastornos alimentarios entre población adolescente no clínica. De otro, una forma viable de educar con respecto a los TCAs consiste en fomentar el desarrollo del autoconcepto físico por medio de programas de intervención adecuados.

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